Biorreactores de membrana, grandes soluciones para espacios reducidos

Biorreactores de membrana, grandes soluciones para espacios reducidos

Los biorreactores de membrana (MBR) son un tipo de sistema de tratamiento aeróbico que, aunque pueda sonar complejo, en realidad combina lo mejor de dos mundos: la biología natural y la ingeniería moderna. Su historia se remonta a la década de 1960, pero fue a finales de los 90 cuando comenzaron a transformarse en lo que son hoy: un método robusto, compacto y eficaz para tratar aguas residuales en sitios donde antes solo se pensaba en grandes plantas industriales. Y es que estos sistemas han sabido adaptarse a los tiempos. Hoy son cada vez más comunes en proyectos que buscan eficiencia, sostenibilidad y resultados medibles.

Todo parte del aire. Las unidades de tratamiento aeróbico (UTA) pretratan el efluente añadiendo oxígeno, que es como dar combustible a los microorganismos encargados de descomponer la materia orgánica, reducir patógenos y transformar nutrientes. Este proceso, conocido como lodos activados, convierte el agua cargada de residuos en un medio vivo donde miles de microbios trabajan sin descanso.

A menudo pensamos en bacterias y microorganismos como algo indeseable, pero la verdad es que la mayoría son aliados invisibles. Solo una mínima parte puede causar daño; el resto son los verdaderos protagonistas del proceso.

Bacterias que ayudan: una comunidad trabajando por nosotros

En un sistema de tratamiento aeróbico, los microorganismos naturales encuentran el ambiente perfecto para prosperar. Son los motores silenciosos del tratamiento de aguas.

Cuando hay oxígeno disuelto, las bacterias consumen la materia orgánica y las nitrificantes transforman el amoníaco en nitrato. Luego, en zonas con poco o nada de oxígeno (las llamadas anóxicas), ese nitrato se convierte en nitrógeno gaseoso, que simplemente se libera al aire. Algunos MBR están diseñados para permitir también esta etapa de desnitrificación, cerrando el ciclo del nitrógeno de forma elegante y natural.

Los avances de diseño —como el suministro intermitente de aire o la recirculación del efluente dentro del sistema— permiten que los MBR sean más compactos, más limpios y más fáciles de automatizar. De hecho, requieren menos espacio que las UTA tradicionales y logran una calidad de efluente superior.

¿Qué ocurre dentro de un MBR?

Imaginemos un pequeño ecosistema dentro de un tanque. En él, dos procesos se combinan:

  • La degradación biológica, donde los microorganismos hacen su trabajo.

  • La separación por membranas, que actúa como un filtro ultrafino.

Las membranas, con poros tan pequeños como 0,02 micras, dejan pasar solo el agua limpia y retienen todo lo demás: sólidos, microorganismos y partículas. Algunas son de fibra hueca, otras de lámina plana o incluso cerámicas. Normalmente se sumergen en el tanque, y una suave succión extrae el agua tratada, clara y lista para su reutilización. Con el tiempo, sobre la membrana se forma una delgada biopelícula —algo así como una piel microscópica— que ayuda a refinar aún más la filtración. Es una muestra de cómo la biología y la tecnología se adaptan entre sí.

Diseñar un MBR eficiente no se trata solo de tecnología avanzada, hay que dimensionarlo bien, prever los picos de caudal y, sobre todo, proteger las membranas. Cualquier material grueso o filamento que llegue sin filtrar puede dañarlas. Por eso, antes del MBR, el efluente pasa por una criba o una fosa séptica, que actúan como filtro previo.

El resultado es  que los MBR logran más del 95% de eliminación de DBO y sólidos suspendidos, junto con una reducción del 99,9% de coliformes fecales y una eliminación de virus y protozoos que alcanza varios órdenes de magnitud, en pocas palabras, el agua que sale es segura y reutilizable.

La eliminación de nitrógeno y fósforo —nutrientes que suelen causar contaminación en ríos y lagos— es otro gran logro de esta tecnología. Con un diseño bien ajustado, los MBR pueden eliminar entre el 60% y el 90% de estos compuestos. Y eso no es todo, en los últimos años, se ha descubierto que los MBR también ayudan a reducir la presencia de fármacos y productos de cuidado personal en el agua, como ibuprofeno o nonilfenol. Estudios realizados en el Centro de Tecnología del Agua de Karlsruhe demostraron que estos sistemas logran eficiencias de eliminación de hasta el 100% en algunos casos.

Pensando en el futuro: agua que vuelve a la vida

La reutilización del agua ya no es una idea futurista, es una necesidad. En regiones donde el agua escasea, como el suroeste de Estados Unidos, los MBR se han convertido en una herramienta clave para reutilizar el agua en el mismo lugar donde se genera.

Pero incluso en zonas sin sequía, cada vez más comunidades ven en esta tecnología una forma inteligente de gestionar los recursos con responsabilidad. Los sistemas MBR pueden cumplir con los estándares internacionales NSF/ANSI 350, que certifican el agua tratada como apta para usos no potables: riego, descarga de inodoros o incluso limpieza. Es decir, agua que vuelve a tener un propósito, cerrando el ciclo de forma segura y sostenible. Los biorreactores de membrana son una muestra clara de cómo la ingeniería puede inspirarse en la naturaleza.

Son eficientes, compactos y capaces de producir agua tan limpia que puede volver a usarse sin riesgo, y, sobre todo, nos recuerdan algo esencial, que cada gota cuenta, y que incluso el agua que dejamos ir puede tener una segunda oportunidad.

Artículo basado en el publicado en Pumper